Llevaban meses preparando el viaje. Miraron planos, guías, mapas… Calcularon cuánta ropa debían llevarse, qué época del año sería mejor para iniciar el viaje… Cuando llegó el día de partir, el sol se levantó como siempre, pero había en el aire algo que lo hacía especial. Aquel no era un día cualquiera. Aquel día era el primero de su largo viaje de un año alrededor del mundo subidos a lomos de una bicicleta. Solo hacía falta dar la primera pedalada. Y así hicieron.

Siempre me he preguntado cómo serían las personas que fueran capaces de iniciar una aventura tan grande como es viajar por todo el mundo en bici. Si serían gente especial, de carácter osado y fortaleza física sin límites. Pero lo que aquella pareja de soñadores me enseñó con aquel viaje fue que no se necesita ser nadie especial. Y que la sencillez es la mejor compañera de todo periplo. Las grandes empresas comienzan siempre del mismo modo: con un simple paso adelante. O una primera pedalada.

Puede que la bicicleta sea eso: una reivindicación de la vuelta a lo sencillo, al origen. Solo la fuerza de tus piernas. Solo tu esfuerzo. Toda una filosofía de vida alejada de las prisas, pero también de las pausas impuestas. Sin artificios. Sin adornos superfluos. Con la suficiente velocidad para poder disfrutar del paisaje que atraviesas y llegar a tiempo a tu destino. Lo decía Hemingway: «Yendo en bicicleta es como mejor se conocen los contornos de un país, pues uno suda ascendiendo a los montes y se desliza en las bajadas». Y Einstein nos dio también su metáfora vital: «La vida es como la bicicleta, hay que pedalear hacia adelante para no perder el equilibrio».

Pero la bicicleta ya no existe. O al menos, no así. Ahora la llamamos bici, que es mucho más familiar, más afectivo. Y más cool, dónde va a parar. Queremos liberarnos de la esclavitud del coche y pensamos en ella como alternativa de transporte. Ya no son bicis normales y corrientes, con sus dos ruedas sencillas, su manillar, su sillín… Ahora las travestimos de ergodinámica y tendencias, de diseño, de técnica. O, peor aún, las teñimos de pátina falsa de tiempo y las llamamos vintage. Un quiero y no puedo: las antigüedades no están hechas para rodar por caminos de tierra, sino por asfixiante asfalto. Tonterías. ¡Qué diría el abuelo si nos viera ahora usar su vieja Orbea!

¿Serán las bicis de hoy los próximos cardados y hombreras? ¿Pasarán, como ellos, a engrosar la larga lista de difuntos de la moda? Ojalá que no.

Y a pesar de todo el ruido que la recubre, de todo el glamour con el que la vestimos, bicicleta y su versión reducida, bici, siguen siendo palabras simpáticas. Quizá su fonética ayude, pero si pensamos en ellas somos capaces de sonreír. «Alegría entre tus piernas», dice una de las camisetas más famosas de Bici Crítica. Y que cada uno le dé el sentido que quiera, que las filias y las fobias son algo muy personal.

Nos divierten, nos retan, nos invitan a superarnos. ¿Qué más se le puede pedir a un objeto? Quizá la capacidad de traernos recuerdos. Y hasta en eso la bici es cumplidora. ¿O acaso no sabe a infancia? ¿Quién no recuerda cómo aprendió a montar en ella? ¿Quién le enseñó? ¿Cómo era su primera bici? La mía era una BH de color butano, con sillín marrón y manillar blanco, plegable, que ahora duerme el sueño de mis veranos en Soria olvidada en el desván de mis abuelos. Está vieja y oxidada, pero cuando la contemplo desde la distancia enorme que separa mi niñez y mi madurez, me sigue pareciendo el caballo sobre el que galopaba o la moto con la que vencía heroicamente en carreras de trial imaginarias. Merece ser arreglada, pienso ahora. Quizá este sea su año, otra vez.

Ahora que ya hemos crecido, que hemos viajado a la luna, que tenemos internet, aviones supersónicos… volvemos a la bici como quien abre viejos álbumes de fotos: con la esperanza de recuperar a un amigo que se había ido lejos. Sentimos la necesidad de lo primario y de lo simple. De reencontrar el origen…

Pues empecemos de nuevo a pedalear.

Autor: Ángeles García.

Fuente: http://www.yorokobu.es/bicicleta/